No. De nuevo, no.

Bajé en bicicleta una quebrada. Una quebrada mojada, verde, empinada, en un día igual de mojado, nublado, solitario, gris, verde, mojado. Una casa grande apareció abajo. Estacioné mi bicicleta. La señora abrió la puerta. Yo la conocía, ella me reconoció. Entré, como siempre, a buscarlo. El nunca me busca. Algo pasaba, pero no puedo explicar qué. Aun puedo sentir la angustia del reencuentro; los abrazos y besos desesperadamente patéticos del estar juntos después de siglos, en este lugar, y no en otro. De no querer separarse, de querer detener ese instante, pero saberlo imposible. El sentimiento doloroso de querer y no poder; la extraña sensación de vacío llenado de polvo con fecha de vencimiento que de un soplido queda en nada nuevamente, pero sin lograr asimilarlo, sin querer aceptarlo. Una vez más en mis sueños, una vez más en mis noches. Una vez más todo es mentira. Siempre buscando, siempre yo. Tu sólo estás allí, para quien llegue, para matarme las ganas otra vez; para recordarme lo miserable de mi existir, para que no olvide quien soy, quien fui y quien eres. Siempre presente. Volviendo. No se andar en bicicleta y no tienes una casa grande bajo la quebrada mojada. Todo es mentira. Pero siempre allí, tendido, enfermo, necesitando, callado, orgulloso, maldito, esperando que vuelva, sabiendo que vuelvo. Todo es mentira. No quiero llamarlo sueño, no puede llamarse sueño. Es una farsa; como tú, como yo, como nuestro pasado en común, como lo que fue y no es, como tu casa y mi bicicleta, como lo que escribo, como lo que no te digo... No quiero... Otra vez no... Quiero borrarte de mis sueños... Quiero... No quiero más este sueño..